Un concepto realista de salud

Un concepto realista de salud

Hablar de salud hasta mediados del siglo XX se refería únicamente a la ausencia de enfermedad, entendida como enfermedad biológica. La progresiva mejoría en las condiciones de vida y los avances de la medicina llevaron a la OMS a promulgar una nueva definición a fínales de los años cuarenta, por la que la salud pasó a ser “un estado de completo bienestar físico, mental y social”. Con el tiempo, esta definición suena a una utópica declaración de buenas intenciones, que reconoce acertadamente que el cuerpo físico no es el único que delimita la salud, pero que apunta a objetivos inalcanzables. La introducción de la capacidad de adaptación al medio, de la salud mental, de la prevención, de la situación social y ocupacional, elevan el nivel de complejidad del hecho de gozar de buena salud. Entonces, ¿cuál puede ser realmente el objetivo de salud de una persona? Y ¿qué parte de ese objetivo depende de ella? ¿En qué medida el nivel de salud es controlable, o medible? No son estas cuestiones sencillas de responder, y menos en una sociedad que a través de sus sistemas sanitarios ha optado por ejercer ese control dejando menos margen a las personas. Por eso tal vez la cuestión no es si estoy completamente sano (porque nadie lo está), sino si me siento bien, y si mis hábitos saludables, aquellos que sí puedo controlar, contribuyen a que me sienta efectivamente bien. Porque, al fin y al cabo, lo importante es que la persona se sienta bien, y no lo que toda una serie de parámetros digan. Hay que promover los hábitos saludables, en todos los sentidos, porque favorecen un mejor estado de salud, real y percibido, objetivo y subjetivo, pero sobre todo porque favorecen que la persona se sienta mejor. Los consejos de buenos profesionales pueden actuar como una excelente guía que ayude a la persona a adaptar esos hábitos a su realidad, y a sus valores y preferencias, porque no son absolutos ni dogmáticos, ni deben pesar como losas. Los objetivos de salud a marcarse han de ser razonables, y asumibles. Buscamos que la persona participe y se sienta partícipe de su cuidado y de las decisiones que atañen a su salud. Eso sí. La salud no es una ecuación. Hay que cuidarse, y cuidarse bien, pero sin olvidar que a veces tocará dejarse cuidar, porque somos humanos, y enfermamos.