Por qué una consulta de soporte oncológico
El cáncer es una enfermedad muy frecuente que cada año entra en la vida de miles de familias, condicionando su día a día y generando una importante dosis de incertidumbre y sufrimiento emocional, además de la sintomatología propia de la enfermedad. El peso del tratamiento activo recae en los servicios de oncología especializados, pero las necesidades de atención de las personas no empiezan y acaban en la consulta del oncólogo. Existe una necesidad de soporte continuado y atención cercana que modifica la vivencia de la enfermedad. Para el enfermo y sus familiares es fundamental depositar la confianza y la esperanza en los oncólogos y en su capacidad para combatir y vencer o cuanto menos mantener a raya a la enfermedad. Pero también es una realidad que desde el momento del diagnóstico y a lo largo de todo el proceso surge la necesidad de un acompañamiento, de un lugar en el que poder expresar dudas y temores, donde sentirse acogido y poder establecer una relación de confianza con un enfoque distinto e incluso en un ambiente o escenario distinto. Y es que aparecen preguntas constantemente, sobre el dolor, sobre otros síntomas diversos (relacionados con la digestión, o las deposiciones, o el sueño, o el cansancio), sobre la medicación que puede tomarse, sobre las consecuencias de los tratamientos, sobre el futuro inmediato. Pero también surgen otras cuestiones de gran importancia, sobre lo que vendrá, sobre cómo comunicarse (con los hijos, con las amistades), sobre cómo planificar unos posibles cuidados en casa si llegaran a ser necesarios, o sencillamente sobre la preocupación por la propia vida. Esa es la razón de ser de la consulta de soporte, ofrecer ese espacio, y esa experiencia en el abordaje de síntomas, del soporte emocional, de la toma de decisiones, que proporcione al paciente ese acompañamiento paralelo que tanto bien se ha demostrado que aporta. Porque actualmente ya es una evidencia demostrada que la introducción precoz de un servicio de soporte como el nuestro mejora la calidad de vida, mejora el nivel de control de síntomas físicos como el dolor, mejora el estado anímico y la sensación de control sobre lo que sucede, e incluso llegan a mejorar el pronóstico y la supervivencia. En definitiva, la seguridad de un buen acompañamiento mejora todos los parámetros, y hace más llevadero el difícil proceso de convivir con un cáncer.